martes, 31 de marzo de 2015

Y tu vida… ¿de qué va?

Admiro a las personas que tienen una historia. No momentos, sino una historia.
Es importante que distingamos esto, pues una historia se compone de momentos, pero no todos los momentos hacen una historia. Estas personas me parece que tienen vidas fascinantes.Siempre están haciendo algo y siempre tienen algo que contar. Suelen hablar acelerados y los ojos les brillan como si sus retinas no fueran espejo de la luz de fuera sino ventana a la luz que hay dentro.
Y tu vida… ¿de qué va?
El ser humano está hecho para sobrevivir, no para ser feliz. Eso lo sabemos. Para lo primero estamos programados; para lo segundo hay que hacer un pequeño hackeo. Quien quiera entrar en el juego de la felicidad y aspirar a sus frutos, debe asumir ciertas responsabilidades no incluidas en el juego de sobrevivir. Una de ellas es la creación de sentido.
Lo que parece claro es que muy poca gente sabe de qué va su vida. ¿Cómo se llama tu película?¿Cuál es tu causa? ¿Qué tiene en común todo lo que haces? ¿En torno a qué amor gira tu vida? Lo que haces, ¿suma para conseguir tu sueño? ¿Tienes un sueño?
Sumidos en nuestras rutinas, repetimos cada día las mismas acciones hasta que nos parece algo habitual: vamos al trabajo, quedamos con gente, nos vamos de compras, etc. Así rellenamos (que nollenamos) los días mientras un vacío persiste, creando una sensación de desazón e insuficiencia y unas quejas que vendrían a ser algo así: “Menuda mierda de vida… ¡Mañana más!”.
Así es el conformismo. Lo sabemos pero no nos rebelamos. Mañana más. Intentamos, eso sí, sacar lo mejor de lo peor o, lo que es lo mismo, nos resignamos con elegancia. El conformismo es procurarse un buen sofá en vez de levantarse. Es ignorar que lo único que te falta es un sueño. Y si no te gusta la palabra sueño, usa la palabra ilusión, propósito, causa, por qué o sentido.
Menuda mierda de vida… ¡Mañana más!
-¿Te importaría decirme, por favor, qué camino debo tomar desde aquí?-Eso depende en gran medida de adónde quieres ir, -dijo el Gato.-¡No me importa mucho a dónde…! -dijo Alicia.-Entonces, da igual la dirección.
Este conocido fragmento de Alicia en el País de las Maravillas ilustra perfectamente el problema: “Si no sabes a dónde vas, qué más da cuál sea el camino”. Buen slogan para una legión de pollos sin cabeza. Y es que, sin metas no se camina: se deambula. (Y mejor que metas, sentido).
Personas con historia: la vida como una película
Hay dos formas de vivir: como álbum de cromos o como cuento; como serie o como película; vivir de momentos o vivir una historia. La elección que hagamos marca la diferencia entre una existencia placentera y divertida o una feliz y plena.
Hoy en día lo habitual es optar por la primera vía. Vivimos en la sociedad de lo efímero, de lo nuevo y de lo desechable. Buscamos y tenemos muchas experiencias y momentos, pero desconectados entre sí. Es la sociedad del hedonismo, el individualismo y la búsqueda del placer subjetivo.
Optar por la segunda vía no quiere decir experimentar menos momentos, sino conectarlos entre sí. Es hacerse consciente de que una historia son momentos conectados.
Momentos que chirrían
Imagina esta historia:
Iba caperucita alegremente cantando por la pradera de camino a ver a su abuelita y llevarle unos dulces. A mitad de la travesía, decidió abrir la cesta, sacar la Play Station y echar unas partidas alFinal Fantasy.
Chirría, ¿verdad? Nuestra vida está llena de interferencias, de momentos sin conexión que destrozan nuestro cuento. Por esto, establecer un sentido exige una importante responsabilidad: elegir, priorizar y desechar.
No hagas nada que no contribuya a tu historia. Si tienes que dejar tu trabajo, déjalo; si tienes que dejar a tu pareja, déjala; si tienes que apartarte de algunos amigos, familiares o entornos, aléjate. No cabe duda que será doloroso, pero no permitas que nadie ni nada chafe tu historia.
El sentido es lo que define si eres capitán o barco, veleta o viento.
Querido Charlie Brown
Decía Charlie Brown en una viñeta: “Mi vida no tiene propósito, ni dirección, ni finalidad ni significado, y a pesar de todo soy feliz. No lo puedo comprender. ¿Qué estaré haciendo bien?”. Esto pinta muy bien cuando todo a nuestro alrededor es alegría, pero cuando las cosas vienen mal dadas, sin dirección, finalidad ni propósito, uno se va a la deriva.
- ¡Mamá, mamá, Pedro me ha pegado un puñetazo!- Hijo, estás en un combate de boxeo.
Un golpe podría ser algo doloroso, cruel o humillante hasta que lo encajamos dentro del contexto adecuado. Visto dentro de un combate, un puñetazo solo es una pequeña parte natural y coherente de la historia. Quien da un sentido a su vida, sabe encajar las vicisitudes que se presentan. Sabe encajar los golpes dentro del combate. Y seguir adelante con la guardia en alto.
Sé el dueño de tus propias ambiciones.
Fríamente hablando, la vida no tiene ningún sentido y el universo sigue su curso sin que tú –esa pequeñísima cosa- le importes en absoluto. Ahora bien, que no tenga sentido no quiere decir que no podamos darle uno. Y esta es la primera regla del juego de la felicidad: dar un sentido a tu vida.
El sentido es lo que diferencia existencia y vida, momento o historia, trascendencia u olvido. Es lo que define si eres capitán o barco, veleta o viento. Es lo que nos permite ser dueños de nuestras propias ambiciones, descubrirnos como directores de nuestra película y, sobre todo, saber cómo se titula.
Solo creando un sentido podemos conectar nuestros momentos para convertir nuestra vida no en una suma de instantes, sino en una experiencia unificada, pues solamente si sabemos a dónde vamos podemos saber qué elementos y quiénes sobran para llegar donde queremos. Solo así podremos eliminar las tomas falsas de nuestra historia y escribir y disfrutar un guion inolvidable para nosotros y todo aquel que vea nuestra película.
¿Cómo se llama tu película?

Veintitodos

La decena de los 20 está llena de energía, de locuras, de experiencias, de besos, de alcohol y de orgullo. Pero también de miedos, incertidumbre, inseguridad y decepción. Seguramente sea la década en que ocurren más cosas y en la que conocemos al milímetro cada traviesa (¡qué nombre tan afortunado!) de la vía de una montaña rusa que no te devuelve al mismo sitio.
Estas son las lecciones que he aprendido hasta hoy:
(1) He aprendido que la única forma de disfrutar de las cosas es estar dispuesto a perderlas, que las armaduras te quitan golpes pero también caricias, que vivir con los brazos abiertos deja el camino igual de despejado al que te quiere partir la cara que al que te quiere dar un abrazo, y que no se puede optar a lo uno sin lo otro.
(2) He descubierto que hacen falta varios “no lo volveré a hacer” para no volverlo a hacer.
 (3) que la diferencia entre el número de errores y el número de disculpas se llama orgullo.
(4) que las relaciones que más duran son aquellas en las que prefieres estar juntos a tener la razón
 (5) y que nunca es tarde para pedir perdón ni para dar las gracias a quien te cambió la vida.
(6) He aprendido que en la vida existen uno o dos sueños grandes y que los demás son pequeñitos (y que son realmente pocos los que apuestan a lo grande),
 (7) que es una cagada no dedicarse a lo que uno ama por preferir dinero, “status” o satisfacer a otros y que nadie debería ser su plan B.
En la vida existen uno o dos sueños grandes y los demás son pequeñitos.
(8) Que nunca sabremos lo que hay en nuestra vida paralela y que es el precio que toman los valientes cuando ven una bifurcación.
(9) He comprobado que el mundo es muy grande y que, si algún día soy madre, le pondré a mi hijo un mapamundi en la pared. (No quiero que piense como muchos que el extranjero es lo que está fuera del hotel).
 (10) Ah, y que no, no sabemos inglés.
(11) Que la decepción existe y tiene espejo, y que, a veces, no estar a la altura y la idiotez corren de nuestra cuenta.
 (12) He aprendido que existe poca gente mala y que tras quienes lo parecen suele haber solo un niño asustado.
 (13) Que la mayoría de las malas palabras esconden la petición de un abrazo desesperado.
(14) He aprendido que el mundo no se rige por la justicia o el mérito, que bueno y fama no son lo mismo y que lo sublime o la belleza jamás la creará el aplauso.
 (15) y que si quieres dejar huella no puedes seguir los pasos de todo el mundo.
 (16) Que destacar está penalizado y es doloroso, porque no gusta ni lo muy bueno, ni lo muy malo, gusta lo igual, y que ser una excepción es la única forma de ser excepcional.
(17) He aprendido que no existen las garantías, sino las posibilidades, y que la mayoría de cosas que se logran no son fruto de un intercambio en el que “si haces esto, esto obtienes”, sino de una rifa que te toca o no, y donde lo único que podemos hacer es esforzarnos por tener el mayor número de boletos .
(18) He aprendido que solo hay dos tipos de papel que dan felicidad al hombre y ninguno es el dinero: el papel de regalo y el papel higiénico; y que, aunque se llama “ganarse la vida” a ganar dinero, por ganar dinero muchos se pierden la vida.
Sobre el éxito he descubierto muchas cosas. 
(19) Una es que ‘llegar lejos’ no es ser famoso o adinerado, sino ser mucho mejor que lo que eras en tu punto de partida;
 (20) otra, que lo contrario del éxito no es el fracaso, es no intentarlo.
 (21) y, la más importante, que donde más se ve a una persona de éxito no es en un traje o un maletín, sino en el brillo de los ojos de quienes le rodean.
Si quieres dejar huella no puedes seguir los pasos de todo el mundo.
(22) He aprendido que todas las veces que me creí superior a otro por ser más inteligente, másguapo o más rápido me vi superado por alguien que simplemente sabía amar.
(23) Que la vida se divide en dos tipos de personas: los ignorantes que saben que lo son, y los que no.
 (24) y que crecer es descubrirse pequeño.
(25) He aprendido que hay que leer.
 (26) Que hay que leer mucho.
(27) He desaprendido a complacer a todo el mundo y asumido que para decir NO, debes saber a qué decir que SÍ.
(28) He aprendido que hay muchos tipos de relaciones, que unos vienen para quedarse y otros para enseñarte. Que lo que hace una relación verdadera no es el tiempo que alguien está a tu lado, sino el poso que te deja aunque sea en un instante.
He hecho tantas fiestas y con tanta gente en estos años que a quien se lo cuente, si no estaba, no lo creería, 
(29) y de todo ello he aprendido lo sencillo y necesario que es conocer y conectar gente, y que es más fácil rellenar una casa de muchos que llenarla con pocos.
Y, sobre el amor… Creo que a esta edad saber mucho es lo mismo que no saber nada. Podría escribir tantas lecciones que de hacerlo me obligarían a cumplirlas.  (30) Solo diré que he amado, he disfrutado, he huido, he enloquecido, he sufrido y he perdido. Y aún así puedo decir, incluso gritar, que vale la pena seguir con el corazón abierto.

La vida como aventura

(Inconmensurable discurso de Antonio Banderas para recoger el premio Goya de honor. Éxito, esfuerzo, motivación, gratitud, pasión y humildad en cada frase. Inmejorable).
“Todo lo que tengo se lo debo a mi profesión, a la que preferiría denominar vocación. Pero, mucho más importante que esto, no es tanto lo que tengo sino lo que soy.
La vida como una aventura, o quizás como un juego. Siempre me ha gustado la palabra jugar, incluso para definir mi tarea como actor, director o productor. Esto debe servir para revelar la verdadera naturaleza de quien ahora les habla. Decía mi paisano más ilustre, Don Pablo Picasso, que “venía de lejos, pero era niño”. Pues eso, niño. Un chavea de Málaga.
Si desde esa butaca pudiese observar a ese otro yo llamado Antonio Banderas, premio en mano, habría que reconocer que el que está aquí subido no solo me pertenece a mí, sino a mucha gente: a todos esos que le fueron añadiendo trozos de vida, piezas de un puzle de distintos colores y formas;a todos esos ojos que me marcaron un camino, todas esas bocas que hablaron palabras sabias, esas almas que me acompañaron hasta donde hoy estoy, hasta este mismo escenario. Todos ellos soy yo y, de alguna manera, yo también soy ellos. Si miro hacia atrás, me veo viejo, pero si echo la vista hacia adelante, me siento muy joven.
(…)
Con la mirada en el pasado me veo obligado a recordar y rendir tributo a la figura de dos personas que vi hacerse cada vez más pequeñas desde de la ventana de un tren en Costa del Sol a las 6 de la tarde de un 3 de agosto de 1980. Eran mis padres que, asustados de que su hijo hubiese sido víctima de un ataque de insensatez, lo despedían esperanzados de que la razón se impusiese finalmente en la mente de ese niño que fui y que sigo siendo. Pero la razón perdió la batalla, porque no era la mente sino el corazón lo que me guiaba.
Una misión y una determinación viajaban conmigo en ese tren. La misión: convertirme en aquello que admiraba, en esos seres mágicos que desafían al tiempo y al espacio (…); la determinación: nunca, nunca volvería a mi Málaga con las manos vacías. Ahora con este Goya en las manos alguien debe pensar que mis objetivos se cumplieron. Y efectivamente es así, pero solo de forma parcial. La aventura continúa y la ruta se hace más complicada, y por lo tanto, más apasionante. Especialmente ahora, en tiempos de crisis. Pero esta profesión siempre ha vivido en crisis. A veces me he preguntado si el confort y la tranquilidad de lo que es estable, de lo que es permanente, me permitirían ceder ante los complicados entresijos de una vida en el arte. No. La crisis es nuestro estado natural, debe serlo. Hemos de asumir y abrazar la inseguridadde nuestra profesión. Es el caos el mejor aliado de cualquier artista. Debemos disfrutar con las manos sucias en el barro que debemos moldear y con el aliento de la incertidumbre que proporcionan tanto el éxito como el fracaso tras el cuello. En ello hemos de, obligatoriamente, vivir. (…)
La mediocridad se ha convertido en el mayor negocio de nuestro tiempo.”.
Hoy, con la figura de Don Francisco de Goya en las manos, sé que son nuestros artistas, nuestros intelectuales y nuestra cultura la mejor manera de saber lo que somos y de cómo hemos llegado hasta aquí. Y observando algunos de los paisajes –algunos- que se ven a través de esa ventana brillante que todos tenemos en nuestras casas y darnos cuenta de que la mediocridad se ha convertido en el mayor negocio de nuestro tiempo. Hemos de volver a mirar con los ojos bien abiertos para tratar de desentrañar cuál es la advertencia que se esconde tras las obras de Goya o de Picasso, para maravillarnos de cómo fueron capaces Falla, Tárrega, Albéniz o Granados para encajar a España en una partitura. A Cervantes, Unamuno, Valle-Inclán, Lorca, Machado… tatuando sobre papel las miserias y grandezas de nuestro pueblo, también expresado, por supuesto, por Buñuel, Saura, Berlanga y mi queridísimo y admirado Almodóvar, así como tantos otros.
No sé si este premio me llega cuando me tenía que llegar o si lo merezco, pero creo haber sabido sobrevivir con dignidad y constancia entre los bosques de las subjetividades, las mermeladas del éxito, los páramos desiertos del fracaso y las luces de gas. Pero si algo me hace sentir este galardón es un impulso a apresurarme, a deshacerme de aquello que me ha servido hasta ahora pero que ya no quiero seguir usando. Sé que este reconocimiento establece casi como si de un pistoletazo de salida se tratase una carrera contra el tiempo para no dejar lo realmente importante en el tintero, para entregarme en cuerpo y alma a encontrar los caminos que me quedan por recorrer y que espero, creo, deseo y sé que serán los definitivos, aquellos en los que más se me reconozca. Porque ahora me he dado cuenta de algo que en mis inicios estaba oculto y quizás no completamente identificado: ahora sé de forma clara que elegí este camino y opté por subirme a aquel tren porque de forma inconsciente sabía que la cultura y el arte era la mejor manera de entender el mundo en el que me había tocado vivir.
No importa lo lejos que me llevó mi propia trayectoria como actor y el agradecimiento que siento por el mundo de Hollywood –que es mucho por lo bien que allí se me ha tratado y se me ha considerado-, o el respeto que siento por mis hermanos hispanoamericanos. Tienen ustedes que creerme cuando les digo que cada vez que terminaba un plano, una secuencia o una película, mi mente estaba puesta en España. No en Arizona, no en Cleveland, no en Ohio. Para mí lo importante era saber cómo se vería mi trabajo en mi tierra, y para ser más específicos, en Málaga, y para ahondar aún más, en mi barrio (…)
La razón perdió la batalla, porque no era la mente sino el corazón lo que me guiaba.
El futuro reclama un espíritu crítico que los haga ser mejores. Yo reclamo para las nuevas generaciones de actores, directores y profesionales del cine el cariño y el apoyo que les hagasentir y saber que su esfuerzo y su sacrificio no caen en saco roto. Que merece la pena esforzarse (…) 
Creo que todo premio debe ser dedicado. Y yo mandaré esta dedicatoria a quien quizás haya sufrido más mi pasión por el cine, mis ausencias prolongadas, mis compromisos profesionales… Es la persona de la que me perdí los mejores planos, las mejores secuencias y que, sin embargo, ha sido mi mejor producción. Te dedico este premio pidiéndote perdón a ti, Stella del Carmen. A ti, hija mía.
Y ahora me voy porque acaba de empezar la segunda parte del partido de mi vida.
Muchas Gracias”.

No tengas nada, experimentalo todo

- No sabía que el señor Kane coleccionara diamantes.- No, colecciona a una persona que colecciona diamantes.Ciudadano Kane.
De todos los miedos que existen, el más estúpido es temer la felicidad.
Cuando estamos abajo, aunque no nos guste, sabemos que todo lo que venga será mejor. Justo al contrario de lo que ocurre cuando estamos arriba. En temas de satisfacción, nos gustan más las escaleras que los toboganes.
Si bien en la adversidad nos sentimos más desdichados, en la dicha nos sentimos más vulnerables. Como escribe Brené Brown, “es más fácil vivir en la decepción que sentirse decepcionado. Te sientes más vulnerable cuando entras y sales de la decepción que cuando tienes en ella tu campamento permanente. Sacrificas la dicha, pero sufres menos”. Lejos de disfrutar cuando todo va viento en popa -y a toda vela- , nos preocupamos por si deja de soplar y nos quedamos en medio dela mar.
El miedo a perder
Como el ser humano tiene una tendencia tan marcada a adueñarse de todo, pocas cosas pueden perturbarle más que verse despojado. Mientras piensa en fórmulas para no perder, olvida que la solución es no poseer.
Las tenencias son artificios del hombre (principalmente del occidental). No existe la ganancia o la pérdida. Existe el disfrute o no de lo que te rodea.El verbo tener (poseer) indica propiedad, y la propiedad no es otra cosa que un ‘autoagenciamiento’ de algo que o no es de nadie o es de todos.
Ruego me perdone Locke por esta interpretación del surgimiento de la propiedad, pero la cosa vendría más o menos a ser así: alguien algún día dijo “esto es mío”, le puso una valla y un buzón a su nombre y los siguientes no solo se lo creyeron sino que se lo quisieron comprar.
No existen tenencias fuera de los registros y de nuestra mente. Por lo tanto, no existe la pérdida o la ganancia en términos puros, solo existe el disfrute o no de cuanto nos rodea.
La de cosas que nos perdemos por no querer perderlas… ¡Y la de personas!”.
El miedo a perder… en el amor
Si adueñarse de las cosas ya trae consigo importantes consecuencias, peor lo es cuando lo hacemos con las personas. La posesividad o los celos no solo hacen un daño terrible a quien lo sufre, sino que suele terminar por destruir la relación. Quien se siente dueño de otro está tan preocupado por no perderle que olvida que la mejor solución para que no se vaya es ganarle cada día.
La posesividad se alía con el miedo para sacar lo peor de las personas. “Mientras te preocupas por si te quiere o no te quiere, te estás cargando la flor”, decíamos con la foto de una margarita.
Otro curioso caso dentro de la estupidez de temer la felicidad, es el de quien ni siquiera comienza por temor al fin o quien, directamente, se inflige el propio daño para que no se lo haga otro. Echar a alguien de tu lado por temor a perderle es como pegarse un tiro por temor a morir.
Que el miedo a perderle no te quite la suerte de ‘tenerle’. No temas perder, acepta que nada es tuyo y que no existen las posesiones sino las experiencias y las oportunidades. No se puede disfrutar aquello de lo que no podemos renunciar. Por eso, aprende a vivir sin apegarte, sin necesitar… No exigiendo, prefiriendo, disfrutando.
No temas perder, porque nada es tuyo, teme no disfrutar de las incontables riquezas de las que disponemos. No tengas un amigo, vive una amistad; no tengas un novio/a, disfruta del noviazgo; no tengas nada, experiméntalo todo.

Heroes Imperfectos

“En profesiones como la que yo tengo se palpa que todos los compañeros no han tenido vocación de esta profesión, de actores, sino de actores triunfantes. Pero actores triunfantes hay diez. Entonces vive uno constantemente rodeado de personas frustradas”.Fernando Fernán Gómez.
Cuando somos niños, soñamos con hacer cosas extraordinarias. Imaginamos a lo grande y nos situamos allí. Todo nos parece posible y el presupuesto de nuestras pretensiones no escatima en gastos: no queremos ser un futbolista, queremos ser el que marca el gol de la final; no queremos ser un cantante de bar o el que crea corrillos en su Plaza Mayor, queremos ser el que llena los estadios.
Pasan los años y crecemos convencidos de que madurar es aprender ‘cómo son las cosas’, y damos con ello el primer paso hacia el conformismo al tiempo que cambiamos el subjuntivo infantil por el indicativo adulto. Del deseo a la ‘realidad’. ¡Quién querría ser una estrella… con lo que eso quema!
Cualquiera puede decir con ‘semi-razón’ que la mayoría de deseos de un niño está fuera de posibilidad, pero es solo una razón a medias. Se trata de sueños que, analizados ahora, pueden parecer una tontería, pero que no lo son. Lo que ocurre es que, cuando nos vamos haciendo mayores, nos damos cuenta de la dificultad de las cosas, y que aquello por lo que realmente podemos luchar no es tan grande como creíamos. Pero eso no implica que no debamos pelear por nuestro trocito.
Le tendencia de nuestros días a simplificarlo todo (lenguaje, estrategias, relaciones, etc.) por la primacía de la inmediatez ha conducido a un contexto repleto de dicotomías o dualidades opuestas: rico-pobre, bueno-malo, todo-nada y, la más dañina a la que nos ocupa, éxito-fracaso. Pero la paradoja de las dicotomías es que, dividiendo todo en dos montones, se dejan cosas de por medio, y en el caso del éxito y el fracaso, lo que hay en medio es el intento.
Por eso el mundo no se divide entre los que lo consiguen y los que no, sino entre los que se esfuerzan y los que no, los que lo intentan y los que dicen “¡va, esto no va conmigo!”.
Sueños los tenemos todos, pero solo son unos pocos los que no los abandonan.
Lo contrario del éxito no es el fracaso, es no intentarlo”.
El mundo no es solo para los mejores, es para todos. Decía Voltaire que “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y no le faltaba razón ni le sobraban motivos. Vivimos en una cultura que distribuye por todos sus canales mensajes de exigencia y que demanda resultados buenos y rápidos. Esto ha producido en nosotros una forma de parálisis por miedo al fracaso que nos ahoga en un mar de oportunidades perdidas.
El perfeccionismo, lejos de ser clave alguna del éxito, es una zancadilla en el camino del logro que solo evidencia un miedo a la incertidumbre, a no ser demasiado buenos. Y el que no acepta la incertidumbre, se queda sin sorpresas.
En este momento ya no es la cultura, sino nosotros mismos, quien crea una dicotomía que bien podría llevar el lema de “o dios, o nada”, donde, de nuevo, en medio aparece algo: tú. Y es en esa mitad, la del intento y la acción, entre los dioses y los mortales, donde, como se escribía en la mitología griega, reside el espacio para los héroes. Ni divinos como para ser inmortales ni terrenales como para ser olvidados, simplemente héroes.

Se viene conmigo

Crecer duele. Duele de una forma extraña, sin que sepas identificar el foco del dolor. Duele en forma de miedo, de chocarte con tu realidad, de descubrir que no eres quien creías, de verte más pequeño, de cambiar de opinión. Pero crecer es crecer.
La ilusión, la pasión y las ambiciones no siempre logran que desaparezca el miedo –demasiado pasado–, pero te permiten seguir a pesar de él. Los sueños son brebaje para valientes.
Irse es dejar muchas cosas, pero nunca tu esencia. Vive de forma que te duela marcharte.

La verdadera esencia de la motivacion

La historia es sucesión, movimiento; el hombre, un “continuo deseando” -un homo volens- que pretendiendo actualizar su voluntad, crea el movimiento y con ello su historia.
Pensemos en una bici o en una peonza. En la primera, si no pedaleamos, caemos; en la segunda, si deja de girar, pierde su esencia. Necesitamos el movimiento para definirnos, y necesitamos una fuerza para movernos. Esa fuerza es el deseo.
Cuando esta fuerza no sucede, cuando nuestra capacidad de desear se ve mermada, caemos como la bici o la peonza, y esto es lo que ocurre con la depresión, el desánimo o la apatía, momento en que ni sabemos dónde ir, ni queremos estar donde estamos.
La vida no es nada en sí, sino lo que en ella ocurre. Hoy (a secas) no es nada, hoy es tu sonrisa por la mañana, nuestro café caliente, una reunión con los amigos o tus ganas de verle… ¡Que ocurran cosas! He ahí el secreto. He ahí la vida. Hay que crear movimiento, deseo.
En las últimas décadas ha surgido una fuerte corriente de estudio de las emociones positivas, (Psicología Positiva), que ha derivado en este boom de motivadores, expertos en desarrollo personal y coaching. Profesiones que, si son llevadas desde la honradez y el estudio, son tan necesarias como nobles. No es casualidad que surja en este momento, en el que las tasas de estrés y depresión son más altas que nunca en Occidente y donde el bienestar se halla en el punto de mira de todos.
Si bien existen dos vías para la motivación (aumentar la necesidad y hacer más atractiva la meta), el verdadero motivador se centra en la segunda.
¿Cuál es la verdadera misión del motivador?
Crear vida. Es decir, ilusionar, crear deseo para que nos lancemos a actuar, para que “ocurran cosas” y así creemos vida.
En  una de las conferencias más emocionantes que se pueden ver en la red, Benjamin Zander quiso demostrar que todo el mundo puede llegar a amar la música clásica. “No hay nadie completamente sordo (sin oído musical), de ser así no reconocería a su madre al coger el teléfono o si un amigo está triste o alegre”. Al final de la exposición, parte de la audiencia acabó llorando. Y es que,  para amar algo hay que conocerlo, entender su esencia, descubrir su belleza. No se puede amar lo que no se ve, y no sabemos ver.
Un pasito más. ¿Cuál es la verdadera misión del motivador?
Mostrar la belleza de las cosas para crear vida.
Vivimos en un mundo convaleciente, parcialmente enfermo. Y el diagnóstico se llama “desensibilización”. Nuestros sentidos están dormidos o aislados. Los ojos miran al suelo de camino al trabajo, el ruido de la ciudad nos aleja del canto de los pájaros y sus luces esconden el cielo estrellado. La envidia nos impide admirar, la frustración abrazar y el rencor seguir adelante.
El mayor problema de mucha gente que camina desorientada no es que no sepa querer, es que no sabe lo que quiere. El ser humano está deseoso de abrazar, pero no sabe qué, y esto es muy peligroso. Por eso, el trabajo de un motivador no es  enseñar a amar, sino mostrar la belleza de las cosas para que las amen. Es un líder que va delante pero vuelve para contarnos las maravillas que vio con tal entusiasmo y verdad que nos resulte imposible no querer verlas también.
Eres un motivadorErich Fromm se preguntaba si el hombre era perezoso por naturaleza. Y aunque lo hizo como recurso literario para poder negarlo, no era vano plantearlo así, pues en ocasiones lo que parece. No existe una pereza aprendida. Así como siempre decimos que la felicidad es el camino y no el destino, el hombre disfruta con la acción. Es con ella que “ocurren cosas”, es con ella que está vivo.
Más. El motivador, además de líder es -o debe ser- un soñador. Los soñadores viven en el mundo de la posibilidad. En su misión de mostrar lo bello emite un aura de ilusión. Desgraciadamente, la palabra ilusión ha sido manchada con tintes negativos que lo asocian a mentira o fantasía utópica. Y no se trata de ilusionar en la mentira, sino de una ilusión basada en la posibilidad.
¡Hay que rodearse de soñadores! Que nos cuenten lo que ven, que nos digan por qué sonríen tanto, por qué tienen tanta fuerza y si nosotros también podríamos tener un poquito de esa alegría de vivir… ¡Que compartan su secreto!
Somos un Homo volens, ese continuo deseando. Si no deseamos, no somos nada.

¿Es el hombre perezoso por naturaleza? Erich Fromm.

El por que del por que

Martin Luther King no dijo I have a plan, dijo I have a dream.Simon Sinek.
El cómo es esa pregunta secundaria terciaria a la que uno debe responder en el camino a la consecución de su meta. Por delante, el qué y, sobre todo, el por qué.
Responder al cómo de una forma u otra puede hacernos ahorrar tiempo, dinero, medios, etc., pero nunca debe ser una pregunta cuya respuesta determine si se parte en busca de lo que se desea o si se rechaza.
La mayoría de abandonos no tienen que ver con la imposibilidad del objetivo, ni siquiera con la dificultad, sino con la ausencia real de una causa. Sin embargo, sigue siendo el cómo el principal bastón sobre el que se apoyan las excusas. Si el sueño es auténtico, la dificultad solo aspira a demorar la meta, pero nunca a derribarla.
Al final, como en la ciencia, todo movimiento depende de un cálculo entre diferentes fuerzas, ypocas capaces de frenar la fuerza de la ilusión.
Todo aquello que hagamos (qué) cobrará más fuerza si se apoya en una causa, en un por qué. Así, si la posibilidad lo permite, el cómo se resolverá más adelante del mismo modo que el agua llega al pie de la montaña ignorando su ruta cuando el hielo empieza a derretir. Y llega.
El por qué es la fuerza que sustenta el qué, la meta. Es el motivo sin el cuál el cómo no tiene sentido, pues sin sueños no se camina, se deambula.
Ponte en marcha, basta de excusas.