Sé lo que es el dolor, sé lo que es sentir una fuerza superior oprimiéndote la garganta, sintiendo que a cada momento, alguien te dirá algo y simplemente empezarás a llorar, y ya no podrás parar.
Una vez alguien me dijo que todos llevamos una bestia en nuestro interior y que nos acompañará toda la vida, que hay marcas, señales, que jamás nos dejarán, que seguirán ahí para recordarnos por donde hemos pasado.
Esto que llevo yo, son señales de guerra. No sé si algún día podré mirarlas y no venirme abajo, no recaer. Pero ahora mismo las miro, y solo veo el error que todo el mundo ha visto alguna vez en mí.
Ni siquiera mis propios padres me comprendían, ni siquiera mis amigas, mis amigos, mis conocidos. Es que no importaba a quien se lo dijera, porque nadie podía comprender como de mal lo he pasado o lo mal que he estado.
Nos creemos fuertes, capaces de conseguir cualquier cosa, de enfrentarnos a la tristeza, al dolor, al amor o al odio. Creemos ser capaces de todo, creemos ser más fuertes que cualquiera, y en realidad solo somos otro más de este débil mundo.
Todos fingimos sonrisas, todos ocultamos lágrimas. Y cuando descubrimos la tristeza de alguien más, no sabemos que hacer. Nuestras palabras suenan vacías, como si nosotros estuviéramos por encima de los sentimientos, como si mientras intentamos ayudar a esa persona, no estamos pensando que nosotros nos sentimos exactamente igual. Como una mierda.
Tener a alguien a quien quieres con toda tu alma, con la que quieres estar cada día, y a la que no puedes borrar de tu mente, y saber que está mal, que no le ve sentido a esta vida, que se quiere morir, que ya no ve más allá de ese dolor que siente, me mata. Y me mata porque me siento igual, porque yo quiero cada una de esas cosas, porque siento cada uno de esos sentimientos. Porque también he abusado del dolor físico para acallar el dolor interior, para hacer los latidos de mi corazón más débiles, y mis lágrimas más ligeras, y para olvidar que ahí fuera sigue habiendo vida. Pero me siento como una estúpida psicóloga, que solo dedica palabras vacías, que no puede llegar al paciente. Yo soy solo eso. Le quiero, le conozco, y sin embargo siento que no soy capaz de llegar a él, que por mucho que me esfuerzo, mis palabras no acallan su dolor.
Y lo sé, porque muchas personas han intentado acallar mi dolor con las mismas palabras, y no lo ha conseguido.
Creo que alguna vez, todos los que lloramos, todos los que sufrimos, nos quedaremos sin dolor, sin más lágrimas que expulsar, y sin más sollozos que tragar. Creo que alguna vez, llegado el momento, la vida nos recompensará por todo esto. Quizá sacándonos de aquí.
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