Definitivamente
esta es la mejor sensación del mundo, dejar de sentir miedo de experimentar
nuevos caminos con las personas que comenzarán a entrar en nuestra vida y
sobretodo en nuestro corazón.
Hace
un tiempo se culminó una historia de amor que fue maravillosa, pero con el
tiempo comprendí, se terminó por razones verdaderamente importantes y que impedían
que ambos fuéramos felices, por lo cual hoy si me lo preguntan, lo mejor fue
que se terminara.
No
voy a mentir, fueron meses bastante dolorosos y sobretodo de múltiples
cuestionamientos respecto de las cosas que podría haber hecho mejor, hasta que
luego de diversas reflexiones me di cuenta que el tiempo ya había pasado y que
lo mejor que podía hacer por mí misma era perdonar y mejor aún perdonarme, ya
no podía devolver el tiempo atrás, por lo cual nada me permitiría restituir aquella
experiencia que tuvimos en común.
Con
el tiempo tuvimos la oportunidad de entablar una hermosa conversación, que nos
permitió descubrir que nuestra oportunidad ya se había extinguido y que ambos
procuramos hacer lo mejor el uno por el otro pero que sin embargo las
circunstancias de la vida y nuestros actos finalmente condujeron al fin de
nuestro camino en común y al cierre de todas aquellas promesas que realizamos
en nuestros mejores tiempos.
Sin
duda esta conversación y este cierre armonioso sirvió para meditar respecto de
todo aquello que vivimos, es que a través de estas experiencias se pueden
rescatar grandes enseñanzas y desde el primer momento esa fue mi misión,
recorrer una y otra vez los errores cometidos con la finalidad de que en el
futuro no se volvieran a repetir, ya lo había pasado bastante mal por lo cual,
soy una convencida que de los errores se aprende…
Al
pasar los meses ya cerca de casi un año desde aquella despedida, mi vida tomó
otro rumbo, me di cuenta que tú ya estabas en otra relación y que nuevamente
habías comenzado a amar a otra persona, eso sinceramente me convenció de que
eras feliz y que claramente ahora éramos dos extraños con un pequeño recuerdo
en común.
Siguiendo
con mi vida, comencé a realizar aquellas cosas que tanto tiempo había dejado de
lado y sobretodo, comencé a entender que para querer a alguien primero debía
quererme a mí misma, algo que nunca antes había entendido… Para eso decidí
tomar las riendas de mi vida, decidí estudiar, viajar y conocer nuevas
personas, que con el pasar de los días se convirtieron en grandes amigos y
amigas, en ese momento de verdad y por primera vez podía decir a ciencia cierta
que era feliz…
Con
esto un buen día y sin darme cuenta, apareció una persona que con el pasar del
tiempo, se convirtió en un acompañante muy especial para esta experiencia que
se denomina vida… Me demostró con pequeños actos y sin decir palabras lo que es
querer a alguien, me enseñó que la vida consiste en arriesgarse y luchar por
aquello que tanto quieres o por aquellos a los que quieres, que el cariño se
demuestra con actos y no con promesas que para nada sirven, que la compañía es
estar en los momentos buenos y malos y seguir con una sonrisa en los labios,
porque no hay mal que dure cien años…
Hoy
por hoy y gracias a ti puedo decir con mucho orgullo que no siento miedo, que
ya no hay fantasmas del pasado y que mi corazón está en paz consigo mismo,
definitivamente no sé qué será de mi vida y tampoco si tú serás mi acompañante
en el futuro, pero te puedo decir que ya no hay impedimentos para volver amar;
tú restauraste mi fe en las personas y sobretodo me demostraste que nunca es
tarde para volver a comenzar…
En
palabras de Federico Moccia:
“Y ahora ya no tengo dudas. No tengo remordimientos, ya no
tengo sombras, ya no tengo pecado, no tengo pasado. Sólo tengo unas ganas
enormes de volver a empezar. Y de ser feliz”
Para
culminar sólo me queda decirte:
“Gracias
por simplemente ser como eres y permitirme volver a creer…”
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