En la mayoría de los casos
nos dejamos llevar por el corazón, y está bien. Tal vez es lo más sincero. No
nacemos con un manual que nos enseñe el arte de amar, tampoco nos lo suelen
enseñar en el colegio ni en la calle.
Amar es un instinto que se desarrolla
dentro de cada persona según su personalidad y sus experiencias vividas. Somos
seres humanos imperfectos por naturaleza y es precisamente ahí donde recae la
belleza de cada persona, no en la imperfección, sino en las diferencias.
Y es
por eso, que por suerte o por desgracia, no puede haber dicha formula para amar
de manera perfecta.
Del mismo modo que no
existen dos personas iguales, no se puede amar a personas distintas de la misma
forma. La forma ideal siempre va a depender de cómo sea cada persona y lo
bonito es ir descubriendo cómo amar con el corazón, pero siempre con base
en la inteligencia.
Una
relación amorosa es siempre compleja, la felicidad no surge por arte de magia,
pues hay que armonizar dos universos en uno solo para que juntos, se integren
en un mismo camino donde puedan fluir con tranquilidad y felicidad en busca de
los objetivos comunes.
Pero para eso es necesario mantenernos de manera
consciente en un estado de ánimo muy positivo que nos ayude a sobrepasar
cualquier limitación u obstáculo que se interponga. En otras palabras, tener
una relación grandiosa es posible, pero empieza desde el cambio de tu
pensamiento, a través de tus acciones y de la inteligencia emocional.
Aprender
a amar es todo un reto que debemos marcarnos de forma constante para no
terminar estancados en la zona de confort que con frecuencia nos encierra en
los márgenes del individualismo.
Estamos muy acostumbrados a pensar desde la
perspectiva del yo, pero tenemos que recordar que una relación de pareja está
compuesta por dos personas y ambas son igual de importantes.
Aprender a amar es
un aprendizaje necesario, pero somos tan complejos que a pesar de que con
frecuencia tendemos al individualismo también existe otra realidad. Y es que
tenemos que aprender a querernos a nosotros mismos para poder amar mejor a los
demás.
La
inteligencia emocional en el amor implica el auto-conocimiento de nuestras
cualidades y aspectos oscuros inconscientes que pueden influir en la manera que
experimentamos una relación de pareja.
Es verdad
que el corazón y la inteligencia puede ir cada una por su lado, pero tampoco
están peleadas y podrían ir juntas en busca del equilibrio para que la parte
racional y sentimental vayan en una misma dirección y alcanzar así la madurez
con la experiencia y la práctica.

El amor empieza por uno mismo.
Lo cierto
es que el amor comienza por uno mismo, es decir, el respeto, la lealtad y la
sinceridad que quieres tener en una relación puedes comenzar por entrenarla en
la relación que tienes contigo mismo. La soltería es toda una escuela del amor
ya que cuando estás bien contigo, tienes más opciones de encontrar pareja.
Recuerda lo que no quieres.
Toda la
experiencia que has tenido en la vida tiene que servirte para tener muy claro
todo aquello que no quieres volver a tener y que no deseas repetir. Por tanto,
sé coherente y aprende de esos errores tan humanos. Sin embargo, lo que no es
tan humano es el masoquismo de tropezar diez veces en la misma piedra.
Busca el equilibrio.
Busca el
equilibrio entre tú y tu relación. Tan malo es que de dejes siempre en un segundo
plano para centrarte totalmente en tu pareja, como que te creas el centro del
universo y aspires a que el mundo entero gire a tu alrededor. Busca el
equilibrio de vivir en armonía.
Confía en tu suerte.
Confía en
la vida, en ti mismo y en tu destino en general. No dejes que los fracasos
pasados te amarguen el corazón hasta el punto de parecer una persona resentida
con el mundo. Piensa que siempre existen motivos para creer en el amor,
historias verdaderas que llenan el mundo de verdad y belleza emocional. Tú
también puedes protagonizar tu historia con final feliz.
Di lo que sientes.
Decir te
amo cuando lo sentimos, decirle a esa persona querida que nos importa, que nos
emociona estar a su lado, que su compañía nos hace feliz, son formas de hacerle
saber lo mucho que te llena la relación. Este tipo de gestos están llenos de
romanticismo y le hacen saber al otro que sin importar el tiempo que llevan
juntos los une un profundo amor.
Demuestra tu amor.
Igual de
importante que decirle al otro que lo queremos es demostrarlo con acciones y
gestos cotidianos. Preocupándote por esa persona, ofreciendo siempre tu apoyo,
tu cariño, estando allí siempre. Este tipo de gestos son los que le dan a la
relación un toque especial haciendo que nuestra pareja se sienta única.
La comunicación: El principio de toda relación.
Es
importante determinar que a través de la comunicación conocemos a las personas,
su historia, sus intereses, sus objetivos, sus frustraciones, sus gustos, etc.,
así que es por eso que toma una importancia primordial en cualquier relación el
poder establecer un buen vehículo de comunicación claro y abierto. Además es
importante saber que no podemos amar lo que no conocemos.
La
calidad de la comunicación determina el futuro de una relación de pareja. El
diálogo les permitirá crear un proyecto de vida en común, donde es necesario
negociar, ceder, llegar a acuerdos, y reforzar la empatía.

Aprende que ante todo, amar es respetar.
Si
queremos a una persona y estamos unidos a ella, debemos tener claro que amar es
“respetar al otro tal y como es y no como yo necesito que sea”, los seres
humanos no somos objetos que poseer o dominar, sino personas que aportamos y
enriquecemos a los demás con nuestra forma de ser y con nuestra individualidad,
se trata de una interacción en la que dos ofrecen y dos reciben por igual.
Pero
hay que tener claro que para constituir y “ser pareja”, primero hemos de haber
alcanzado nuestra propia madurez, solo seremos capaces de respetar si hemos
alcanzado nuestra propia independencia, sin necesidad de proyectar en el otro
nuestros miedos, inseguridades o necesidades, sin explotarlo, sin convertirnos
en “vampiros emocionales”…
Madurez.
Este
aspecto no es estático, sino dinámico y en permanente crecimiento.
Madurez
significa estar receptivo a escuchar, respetar y alentar un crecimiento en tu conciencia
para volverte más sabio, atento y despierto. Implica capacidad para asumir tus
errores, observar tus aspectos oscuros y hacerte responsable de ellos.
Las
relaciones de pareja complicadas, agresivas y complejas suelen darse porque sus
miembros son inmaduros.
Por ende, si realmente quieres experimentar un amor
maduro y potente, es necesario que trabajes tu propia madurez.
Sé responsable.
No se
trata de un término que implique deber u obligación, algo impuesto desde el
exterior. En absoluto, en su verdadero sentido se refiere a un acto enteramente
voluntario por nuestra parte, constituye una respuesta adecuada a las
necesidades, expresadas o no, de nuestra pareja. “Nadie me obliga a ser
responsable de ti, lo hago porque así lo quiero y porque deseo tu bienestar”.
Bien es cierto que este concepto puede degenerar en ocasiones en algo tan
peligroso como la dominación o la posesividad, sentirse “responsable” a veces
provoca que caigamos en el error de “me responsabilizo de ti porque me
perteneces”.
Nada más lejos de la realidad. Ser responsable es respetar y
preocuparse por la otra persona, permitiendo su crecimiento personal y
valorando también su individualidad.
No seas excesivamente susceptible.
Ser
hipersensible es nocivo pues puede llegar a convertir la convivencia en algo
insoportable. Es menester aprender a “llevar al otro” restando importancia a
esas inevitables dificultades de la vida en pareja.
Hay que olvidar las
pequeñas tensiones que inevitablemente conllevan cualquier convivencia,
superándolo, mirando la parte positiva de los problemas y suavizando siempre la
situación.
Nunca olvides el verbo “cuidar”
El amor
es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de quien amamos. Sin una
preocupación sincera y demostrable no hay amor. Cuidar a otra persona requiere
saber también cuáles son sus necesidades en el círculo de la pareja y, por
supuesto como persona, enriquecerla, ofrecer confianza, respeto, una escucha
activa…
Compresión y humor ante todo.
Son dos
palabras que deben estar siempre presentes en un relación saludable y que
también son necesarias para mantener vivo el romance. Por eso debemos tenerlas
presentes y ponerlas en práctica, comprender a nuestra pareja, y enfrentar la
vida con humor para reducir la tensión y mantener el romance siempre vivo.
Ten el don de la oportunidad.
Para
plantear cualquier cuestión conflictiva o ante una decisión importante, se ha
de evitar hacerlo en los momentos de cansancio o tensión.
Da importancia al sexo.
La
intimidad sexual es fundamental cuando de romance se trata y es que el sexo
estrecha los lazos y hace que nos unamos más a nuestra pareja, por eso nunca
puede descuidarse. Pero además es una oportunidad perfecta para combinar
romance y erotismo, para hacer que nuestra pareja se sienta deseada y sepa lo
importante que es para nosotros.
No caer nunca en la rutina sexual y mantener
viva la llama es fundamental para que el romance esté siempre en nuestra
relación.

Evita lo menos posible emociones tóxicas.
Los celos
e inseguridades pueden convertirse en uno de los peores enemigos de las
relaciones en pareja, y es que una vez que se instalan con fuerza resulta
difícil hacerlos desaparecer.
Cuando aparecen de forma ocasional y ante la
mirada o el halago de un tercero pueden resultar simpáticos y un signo de que
el otro se interesa en ti, pero en el punto en el que se vuelven exagerados y
surgen sin razón aparente lo que antes parecía una gracia, se convierte en un
conflicto. Si este es tu caso aprende de una vez como controlar los celos para
mejorar tu relación.
Ten capacidad de reacción.
Hay que
evitar que las tensiones y problemas impidan el diálogo durante horas o días,
gestos negativos, lenguaje crítico hacia el otro… Hay que saber pedir perdón,
aproximarse al otro e impedir que ninguno se sienta demasiado derrotado. Una
pareja bien avenida se crece en las dificultades y tiene recursos para superar
y sortear los escollos de la vida.
Evitar discusiones innecesarias.
Aprender
el arte de aceptar distintos criterios. Aquí se mezclan con arte y oficio, el
saber ceder, el saber encajar y la capacidad para zanjar un tema sin volver
obsesivamente sobre él. Esto evitara esas discusiones que no conducen más que a
alimentar la lista de agravios y no conducen a nada.
No olvides los pequeños detalles.
El mejor
amor se echa a perder si no se cuida a base de pequeños detalles que hacen
agradable la convivencia. Es como una planta a la que hay que cuidar y mimar. Es
un intercambio de conductas positivas y gratificantes que parecen no tener
importancia. Por ejemplo, esperar la llegada del otro, sorprenderle con algo
agradable, ir al cine, una cena romántica, un vestido especial…
Mantener el
amor joven es mantener siempre la capacidad de sorprender al otro en cosas
menudas, insignificantes, pero que convierten al otro en ese ser único y
especial.
Es
curioso comprobar cómo esta actividad, la de amar, se inicie con tantas
esperanzas y expectaciones como ninguna otra, y sin embargo, fracase tan a
menudo. C
omo seres racionales que somos todos deberíamos aprender de nuestras
experiencias y saber reconocer errores, preocuparnos por saber qué podemos
cambiar en nosotros mismos para ser mejores, para poder superar el fracaso y comprender
un poco mejor qué significa y qué conlleva eso llamado “amor” al que
habitualmente se asocian tantos errores…
El amor
es una actividad, no un acto pasivo ni un súbito arranque, se trata de un
estado continuado en el que “dar y recibir”, pero eso sí, no confundamos la
palabra “dar” como obligado sinónimo de “renuncia”; de “sacrificio”.

“Con el
amor no basta”, y lo siento por los fanáticos del enamoramiento, pero el amor,
para los que nos movemos en un plano terrenal y no hemos trascendido, no suele
ser tan incondicional, ni mueve montañas: más bien te aplasta, si te descuidas
y no lo sabes manejar.
Así que antes de arriesgarte ciegamente, pon el
entusiasmo entre paréntesis por un rato (…) y conéctate a un sistema de
procesamiento más controlado (…). Una vez hayas descendido de la estratosfera,
empieza a considerar ventajas y desventajas, pros y contras y tus expectativas
más entrañables; trata de pensar de la cintura hacia arriba y no de la cintura
para abajo.
Quédate en la realidad concreta, tratando de ver las cosas como
son. Si repites esta práctica de conectarte y desconectarte con la emoción,
irás forjando una nueva habilidad que te servirá en el futuro: serás capaz de
integrar razón y emoción y discernir cuándo sobra una o falta la otra.
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