Espero
que en esas noches frías cuando las rebeldes nubes se entrecruzan el
cielo tu cuerpo pida a gritos abrigo; ese mismo calor que te brindaban
mis brazos cuando cobijaban tu desnudez, mientras los cadáveres de
minutos, segundos y horas se desplomaban sigilosamente en el reloj de tu
cuarto.
Espero
que ahora, tú, sentada al lado del teléfono y con esa mirada de
ansiedad que tanto te delataba cuando querías hablar conmigo se quede en
eso… ansiedad, recuerdos, nostalgia y en un silencio absoluto… el que
tanto reclamabas cuando mis palabras simplemente pretendían llegar a tu
corazón.
Espero
que cada momento vivido se convierta en un punzón en tu mente y que las
metáforas que se colaron en mis cartas, pierdan su magia, esa misma
magia que tus ojos azules y tu sonrisa creaban cada vez que te acercabas
a mi, pero que lastimosamente se extinguió, como se extingue la luz de
una estrella fugaz atravesando el firmamento.
Espero
que cada nube a la que intentamos darle forma (sin llegar a encontrar
alguna), mientras reposábamos y jugueteábamos en el prado, logre por fin
convertirse en ese unicornio con resplandecientes alas que tantas veces
fingí haber hallado y que simplemente era un montículo de partículas
abstractas merodeando en el cielo.
Espero
que esas actividades que realizábamos juntos como llenar ese dichoso
álbum de láminas de dinosaurios y que a propósito casi llenas (gracias a
todas las chocolatinas que te regalaba) se queden así, y no es
resentimiento pero…
Ojala, y nunca… te salga el teratosaurios.
¿Pero sabes algo?
Espero
que cada párrafo que acabe de escribir con un poco de rabia se queden
embalsamados en mi cuaderno, y que nunca puedas leer esta carta porque
de una u otra manera simplemente se convirtió en una excusa para
acordarme de ti…
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