No podría referirme a ti con otras palabras que no fuesen justas, porque si hiciera lo contrario estaría hablando mal de mí misma. ¿Cómo hablar mal de una persona que compartió mi insomnio, mis entrañas y mi alma? No, no podría, cuando digo que te debo unas letras son justamente para agradecer el haber formado parte de mi vida y yo de la tuya, sin reproches ni reclamos y con la convicción de saber que ese viaje duró lo que tenía que durar, una eternidad o un suspiro y fue mágico en su momento.
“Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría….Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento. Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.”*
Y es que de eso se trata la vida, de compartir, crecer, fluir, dejar ir, agradecer y continuar el viaje.
Porque fuiste importante en mis días te regalo éstas letras.
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