Descubrí el candor de unos labios que me eran ajenos, aquellos brazos que me tomaron y prometieron jamás soltarme. Esos labios que hicieron juramentos que parecían inquebrantables.
Descubrí aquella sonrisa que robaba el aliento a quien la mirara, esa risa que alegraba mis días. Esos ojos que me miraban como un ciego vería al mundo.
Descubrí que una mirada dice más que mil palabras, descubrí que no tenías un corazón de piedra, llegabas a querer y dar más de lo que cualquiera pueda imaginar.
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